Cada octubre se entregan en Oviedo, en el teatro Campoamor, unos premios que reconocen labores de personas humanitarias, creativas, ejemplares desde la cabeza a los pies.
Una de esas personas distinguidas años atrás, un físico británico de la universidad de Cambridge, el inválido Stephen Hawking (que tomen nota válidos e inválidos), declaró hace días: «La humanidad está en riesgo y muchos de los peligros han sido creados por nosotros mismos». Peligros como una guerra nuclear, el calentamiento global y los virus genéticamente modificados (BBC Noticias). No obstante, Hawking es un optimista (eso no necesita demostrarlo, lo que está a la vista no necesita candil, como suele decirse en Asturias, no sé si también se suele decir en otros lugares) y, aunque advierte incluso de que la inteligencia artificial puede acabar con nuestra raza, confía en que se tomarán medidas para impedir un desastre definitivo.
Pero los tiros de esta entrada no serán científicos en lo sucesivo, serán de plomo vulgar o del menos vulgar y más abrasador napalm.
En Oviedo, el veintitrés de octubre del año pasado, en el teatro Campoamor, recibió su galardón Francis Ford Coppola (no por la película bélica a la que me referiré enseguida, sino por todas sus películas).
Obeso y precariamente sostenido por las piernas, casi se la pega, prácticamente concluida la entrega de los Princesa de Asturias, al bajar los escalones de acceso al proscenio (no los sustituirán por una rampa alfombrada, me temo, hasta que una eminencia se desgracie al subirlos o al bajarlos). Aunque en su caso, con esos multicolores calcetines de vivalavirgen que usa además, muchos hubiesen dado por interpretada, por fingida, la caída, tal vez incapacitante.
Más falsedades que verdades en los mundos cinematográficos y sus alrededores, cierto, pero cuántas realidades reflejadas en los filmes que tanto me atraen desde pequeño, en ellos lo más bello y también el horror de Marlon Brando, de Apocalypse Now.
El horror de cualquier guerra.
Porque el apocalipsis vietnamita y norteamericano de Ford Coppola está basado en la novela corta El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y la historia del escritor se desarrolla en el Congo colonizado y devastado por el rey Leopoldo II de Bélgica, donde el propio autor se horrorizó ante la brutalidad que los europeos exhibían en África (qué maldición pesará sobre ese continente para que en él la vida sea un castigo, una esclavitud, una hambruna, un sufrimiento, una muerte constante y más silenciosa y anónima que en ningún otro lugar).
Según el optimista Hawking (él llegó al proscenio del Campoamor por la parte de atrás, en un montacargas, como a escondidas, de poco le hubiese valido la silla de inválido ante esos escalones con un aire homicida, conste de nuevo mi aviso), hacemos progresos en el mundo científico. Cierto, no estaría yo escribiendo en la pantalla de un ordenador de no ser verdad. Ahora bien, ¿progresamos algo como personas?
Das Boot (El submarino) o Platoon o Banderas de nuestros padres o Salvar al soldado Ryan… Otras ficciones bélicas más o menos realistas, de acuerdo, pero el horror de las balas de plomo o del napalm o de la locura, el horror de convertirse uno justamente en lo que trata de combatir, no es mayor que otros horrores en tiempos de paz, horrores cotidianos y silenciosos y anónimos como tantas vidas o muertes constantes en África, que también existe (y es real).
En el Festival de Cannes del año 2001, Francis Ford Coppola presentó un nuevo montaje de la película, bajo el título de Apocalypse Now Redux, en el que se incluyeron 49 minutos de escenas eliminadas de la versión original de 1979.
Algún día habrá que hablar del mamoneo, en mi opinión, que suponen estos Premios.
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Si te he inspirado, adelante, Chus, cómo no. Me acuerdo ahora del Nobel a Obama, cuando todavía no había hecho casi nada como presidente, no sé si ahora ha hecho algo. Con todo, en mi opinión sí hay algún premio que otro justo, sin mamoneos. Podemos dialogar hasta llegar a un acuerdo (con abstenciones o sin ellas) para ver quién es el presidente y quién el vicepresidente, para los demás cargos podemos dialogar después, desde nuestras poltronas, con calma.
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Por supuesto que los hay justos, supongo que la mayoría. En concreto en mi comentario anterior, estaba pensado en los Premios Princesa de Asturias de los Deportes… pero dejémoslo estar 🙂
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Vale, la verdad es que no me atrae lo de ser presidente o vicepresidente de nada, que corra el agua y que otros beban si tienen sed. Yo, con andar por aquí a mis anchas, tengo agua de sobra. Abrazo va.
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Me gustó eso del agua ,jajajajajaajjaj.
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Ah, la risa, tu risa, me alegra, amiga mía.
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No nos pongamos místicos cuando hablamos de África. No es que tenga mala suerte Ha sido y es coto de caza de potencias y multinacionales poco controladas por las potencias occidentales y cristianas. Para colmo, ha llegado China.
Hawking puede ser optimista porque está feliz en su burbuja de ególatra físico masturbatorio.
Leí hace pocos años que las Kaláshnikovs eran un gran negocio… ¿ya no las venden más?
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La mala suerte de ser un coto de caza, amigo.
En cuanto a Hawking, podría vivir en su burbuja si no tuviera que abandonarla para advertirnos de que vamos por mal camino (y, como decimos en Asturias, no sé si en otros lugares también, el que avisa no es traidor).
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Hawking dijo en su programa de divulgación por TV que en civilizaciones muy avanzadas ya habría grupos desertores de gente mala que podrían venir a atacar la Tierra. Asimov dijo algo así como medio siglo antes.
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Si tú lo dices…
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muy interesante
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Me alegro de que te lo parezca así, muchas gracias por tu atención y por tu comentario.
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El que invento la guerra se ve que no le pegaron antes un tiro. Nos quejamos de vicio tenemos lo que hemos (refiriéndome a la raza humana) sembrado durante generaciones, y somos tan inteligentes como Julios Iglesias que lleva 60 años tropezando con la misma piedra, que ya debería haberla desgastado la erosión o haberla arrancado después de tanto tropezón.
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Estimo que nadie inventó la guerra, que la llevamos dentro por un defecto de fábrica: yo, por ejemplo, llevo en guerra conmigo mismo muchos, muchos años. Pienso pedir explicaciones cuando pueda, si puedo, que no creo, la verdad, a mi fabricante. Gracias por el comentario, Antonio.
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Muy didáctico, JAO. Este tipo de artículos debieran reproducirse en las escuelas de cualquier edad.
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También lo creo yo, pero en las escuelas actuales enseñan cosas rarísimas, montones de ellas casi al mismo tiempo, y no hay modo de aclararse, como le sucede a mi sobrino pequeño, que está con el catecismo (por lo de la primera comunión) y no se aclara con lo del Misterio de la Santísima Trinidad ni con lo de tener dos padres (o algo así). Yo, como no sé ayudarlo en eso, le hablo de la fuerza centrífuga y de la fuerza centrípeta, o de la diferencia entre el ácido clorhídrico y el cloruro de hidrógeno, y el chavalín ya se va para su casa mucho más tranquilo porque eso sí lo entiende mejor.
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Primero sonreí al leer tu respuesta a mi comentario, JAO. Luego casi lloro, yo tengo cinco nietos y dos con la comunión y estoy con eso de la Trinidad, (La Santísima) y eso … lo dicho, para llorar.
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¡Virgen Santísima, pobres criaturas del Señor!
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Entre las películas que he visto acerca de África me impresionó Diamante de sangre. La colonización ha hecho estragos en este continente, cuya riqueza parece haber sido su desgracia.
El hombre ha sido capaz de olvidar su humanidad por motivos absurdos que parecen no tener fin. Hawking hace bien en procurar darnos un mensaje de optimismo, justamente desde una condición física que parece reñida con dicha condición. Coincido con el dicho de tu tierra y lo adoptaré; lo que está a la vista no necesita candil.
Un saludo cariñoso desde Argentina.
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Y yo coincido en todo contigo. Mi abrazo va.
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Desde hace tres años, realizo un voluntariado para una asociación de Alicante cuyo nombre no viene al caso. Mi labor consiste en charlar dos horas a la semana con un caballero en silla de ruedas que ha tenido la mala suerte de vivir en un piso sin ascensor. Nos llevamos bien (él está en la cincuentena y yo, en la cuarentena), y tenemos en común, entre otras cosas, nuestro ateísmo recalcitrante. Eso une mucho. Te cuento esto porque cada persona, a su modo, pone su granito de arena para que el ser humano progrese. Los avances científicos, la verdad, me la sudan. A menudo llegan tarde y mal.
Un abrazo.
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El ascensor, querido amigo, es (o fue, lo mismo da) un avance científico. Me pregunto: ¿por qué ese caballero no dispone de él? Y concluyo: porque como personas no avanzamos (generalizando, por supuesto, para excepción está, sin ir más lejos, tu propio comentario y tu propia persona, tu propio ejemplo). Y vuelvo a concluir: algo falla en nuestra fabricación original (personalmente, pienso pedir responsabilidades a mi fabricante, asunto distinto es que pueda hacerlo: pesan tan poco las cenizas…). Gracias por tu testimonio y, sobre todo, por ser como eres: tus hijos lo tienen fácil, solo deben seguirte, para progresar como personas, a ver si grano a grano se hace granero de una vez. Fuerte, muy fuerte, mi abrazo.
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Por desgracia creo que evolucionamos o avanzamos en la ciencia proporcionalmente a como involucionados o retrocedemos en lo humano. Y esto tenemos que tratar de cambiarlo. Un saludo.
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A ver, por avisar que no quede. Saludos.
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El mal del mundo es el desamor y con eso lo digo todo, amigo Jose Angel .. Abrazos de luz 🙂
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Estimo que se curará antes el cáncer que el desamor, también lo digo yo todo con esto. Pero por abrazos o intentos que no quede, amiga.
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😉
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