TESTIMONIO

Sé que la mar no me quiere.

Y sé también que ni Dios, cualquier Dios, entiende lo que escribo a veces, por lo que traduciré de inmediato ese verso inicial (o algo así, más propio en todo caso de Mateo García y su áureo Poemario incendiado que mío) con la plata gris de la prosa: sé que la humedad del mar le sienta muy mal a mis huesos artrósicos.

Océano, Olas, Marea, Piedras, Playa

Ahora bien, tampoco me voy a echar a morir simplemente porque estos huesos míos pidan tierra (menudo fuego les aguarda, ya se enterarán cuando yo no esté y se conviertan en ceniza, de ningún modo le darán la forma postrera a mi cadáver).

Como yo sí quiero a la mar, hacia ella me dirigí para amarla de cerca una vez más, quizá la última, pese a saber que no iba a regresar indemne de las vacaciones en la costa del oriente asturiano.

Además, cuando le comuniqué mi destino vacacional a un amigo, este amigo mío me recordó: «Ahí dimos clase, Ordiz».

«Que esté fastidiado de los huesos no significa que esté tan mal de la memoria como para no acordarme de eso».

«Ya, pero… Suspendiste a una chavala de COU, a una que…».

«¿A una? A más de una, como tú, y al final aprobábamos con algo que pusieran en los exámenes, algo que demostrara un esfuerzo mínimo. Pero nada, no había manera con algunos y algunas. Estábamos allí de paso, no íbamos a complicarnos más la vida de lo que ya nos la complicaba el Ministerio con un curso en un sitio y otro a saber dónde».

«Ya, ya. Pero esa de la que te hablo manda mucho en la villa después de las elecciones, y en ti es fácil fijarse por los bastones y la cojera. La conozco, Ordiz, es rencorosa, mucho, y culpa de todo lo malo a los demás, política tenía que ser. Te digo yo que como pueda vengarse…».

«Me estás tomando el pelo, claro».

«No, te estoy avisando. Cuídate de los idus de marzo, compañero».

De los idus de marzo me cuidé al llegar a la villa en el coche, hasta me pitaron por ir a veinte kilómetros por hora donde se puede ir a treinta.

—Hola, mar.

Algo me respondieron las olas.

Todo igual por allí: sol en lo alto, brisa aromatizada por las algas y el salitre, la playa, bañistas, gente sobre la arena, sobre la arena dos o tres personas que leían libros (o se está a uno o se está a otro, caramba; eso es como copular y ver la tele al mismo tiempo), de pronto el chavalín que corre hacia una mujer y le anuncia: «Mamá, cagóse la guaja» (nueva traducción, esta vez a la inversa, de plateado a dorado: la hermana pequeña del infante había soltado aguas mayores, probablemente sin quitarse lo que cubre esas vergüenzas de los adultos, no de los pequeños, bendita pureza).

Todo igual por allí y también por el puerto: el fatigado, lento regresar al amarre del pesquero de bajura (en su vientre el aligote que yo cenaría esa noche o la siguiente) cruzándose, cerca de la bocana, con el orgulloso, majestuoso navegar del velero de bandera alemana en busca del placer, del mismo lugar en el horizonte marítimo donde los pescadores habían buscado la supervivencia.

No sé si pensé entonces en lo que un hombre, uno de mis personajes, me contó una vez, también yo un personaje del relato: «Te diré lo que es la vida si quieres saberlo». «Dime, dime». «Dos coches que se cruzan, en el negro un ataúd ocupado y en el blanco una novia camino del altar».

Veinte días de julio por delante y mis huesos, cada vez más puñeteros, ya empezaban a tocarme las pelotas.

¿Tan pronto? ¿Cómo diablos os habéis enterado tan pronto?

Somos capaces de llegar a la luna, o de matar a miles de kilómetros de distancia con una precisión asombrosa, y no somos capaces de curar muchos males de nuestro cuerpo (complicado de cojones, eso sí; órganos por aquí, más órganos por allá, averías cada dos por tres, ahora el cerebro, tan limitado como enigmático y de doble filo, ahora el deficiente sistema inmunológico, la rotura ahora, la continua dependencia del alimento y del retrete, el parir con dolor y riesgo, el orgasmo que se adelanta o no llega; mayor chapuza no la conozco, la verdad, ínfima la calidad en relación con el precio, qué diseño endemoniado, para inhabilitar de por vida al diseñador).

Al menos nos va mejor con el alivio de los males que con su curación. Así que, entre pastilla viene y pastilla va, enciendo el portátil (para no descuidar el mundo WordPress, a quién se le ocurre empezar con un blog en mayo, mejor en septiembre, tarugo), lo conecto a la red eléctrica y, ¡hostias!, el chispazo repentino, el humo fétido, el posible incendio del bungaló, la huida…

Y detrás de mí la sombra, la amenaza de la mandamás rencorosa con sed de venganza infinita…

Ahí te quedas, mar, para ti la playa entera, para los veraneantes, a mí no me ves más de cerca, te amaré a distancia.

Pero no, no pude largarme esa misma noche: muerta la batería del Astra o algo peor, Claudia Schiffer del anuncio (¿No serías tú la rubia del velero que se cruzó con el barco oxidado de los pescadores supervivientes?).

Hasta el quince de agosto estuve pagando mi osadía con medicamentos diarios, en pie de guerra mis huesos (ya arderán como teas, ya).

Todo lo anterior no es un testimonio falso o exagerado: pueden dar fe una gestora procesal y un secretario judicial (desde hace unos días, por cierto, letrado de la Administración de Justicia).

Pluma, Escribir, Autor, Tinta, De Papel

(Va por vosotros y vosotras, enfermos y enfermas, tantos, tantas, demasiados, demasiadas; por quienes tampoco os echáis a morir aunque vuestros cuerpos pidan tierra: nada de besar a la parca, de facilitarle su oficio, ¡en pie, adelante!)

28 comentarios sobre “TESTIMONIO

  1. Amigo mío cuando las crisis llegan las pastillas vuelan. Es algo que tengo asumido y ahora es tiempo de volar.
    Espero que te encuentres bien y que no recaigas de tu artrosis (como si no fuera a volver verdad) pero al menos que tarde y que sea lo mas leve posible. Saludos.

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  2. Mi estimado Ordiz, me gustó lo de estar en pie y adelante; sí que me gustó, y mucho. Y me sentí cercana a ti cuando mencionaste a Lyrica (de la que desistí hace un tiempo… cuestiones de fibromialgia). Sólo quien conoce el dolor sabe lo valioso que es el permanecer en pie y el marchar hacia adelante. Pues hay que seguir así, erguidos tanto como sea posible, y gozando cuanto se pueda/cómo se pueda/dónde se pueda. ¡Qué viva la vida! Abrazo, abrazo.

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    1. La Lyrica me sienta muy bien desde hace unos dos años (y eso que es la de 75 mg y únicamente tomo una capsulita por la noche). Pero, jolín, Loretta, no creí que hubiera tantos enfermos y tantas enfermas por aquí. ¿También tú? Y mira que pretendí contar algo gracioso. Si llego a pretender lo contrario… En fin, vivamos en pie y marchemos hacia adelante, el espectáculo debe continuar (esa futura entrada irá de música, nada de medicamentos en ella) y continuará. Tus dos abrazos y uno más.

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      1. Yo tomaba una de 50 cada noche; al principio me resultaba favorable pero despúes de un par de meses… así que, tomar por tomar, decidí dejarla (además, aquí en Argentina, es un medicamento costoso). Los dolores disminuyen, aumentan, van y vienen… Yo procuro vivir sin prestarles mucha atención, no más de la necesaria. El ejercicio me ayuda (cuando lo practico) y mantener una dieta saludable también (cuando la hago). Encima me diagnosticaron diabetes tipo 2… Ya ves, no estás solo mi estimado José. Me vino a la memoria un tema musical bastante antiguo: «Es preferible… reír que llorar». Así que mejor de pie, hacia adelante, risa y sonrisa (lo mejor que se pueda). Gracias por los abrazos, son buena medicina 🙂

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      2. Menudo confesionario médico nos traemos tú y yo.
        En mi caso, la Lyrica me la recetaron para que tomase menos antiinflamatorios, y funciona el asunto hasta ahora.
        Como ya soy un niño viejo, no funciona lo del ejercicio para mí (al contrario) ni lo de la dieta.
        ¿Sabes lo que sí funcionaría? El tema opiáceo, es decir, un buen porro cada dos o tres horas. Y no es broma, soy químico y algo sé todavía sobre la «maría» y demás. Lo malo es que en España no acaban de aprobar ese «medicamento» (en ello están, no obstante) para pacientes como yo y, sobre todo, para los afectados de cáncer.
        La Seguridad Social sí paga aquí la mayor parte de lo que cuesta la Lyrica (va a ser verdad lo que dicen, que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, mira tú por dónde).
        No fue mi intención quejarme (pretendí divertir, fracasé, lo siento) si esa conclusión (como otros y otras de este confesionario particular) sacaste de mi entrada: sé de sobra que no estoy solo y que, además, lo mío es casi nada.
        Bueno, mujer, pues más medicina, otro abrazo, para esa diabetes, y ya estoy con la próxima entrada (te la dedicaré, pero sin especificar el porqué) sobre dos películas en las que resulta inevitable reír y reír.

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      3. A veces confesarse es liberador, José. No tomé tu entrada como una queja, para nada; a mí me resultó agradable poder hablar de cosas reales y cotidianas, la vida misma, la humanidad, la finitud de la que estamos hechos. Es bueno compartir, tanto lo bueno como lo no tan bueno.
        Me alegro que a ti te haya resultado efectiva la medicación, y en cuanto a la María Juana te podría decir «vénte para Argentina», pues por aquí la fuman tanto como se masca chicle de menta (salgo a la calle y los jóvenes la fuman a plena luz del día y a toda hora).
        Estaré atenta a tu próxima entrada, más aún si me la dedicas. Muchas gracias por ello.
        Que descanses. Hasta mañana, Dios mediante.

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    1. Soy un niño, y no acaba de entrarme en la cabeza que sí, que soy un niño, pero viejo. En cuanto a la entrada en cuestión, he fracasado, pretendía hacer reír y algo o todo me salió mal. A ver si con la siguiente no fracaso. Un abrazo, Santiago.

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  3. Mientras tengas ese sentido del humor, J.Ángel, la mirada de niño seguirá superponiéndose a las diversas contrariedades de la vida, usando las circunstancias que se presentan como motor y no como freno. La ilusión y el asombro son las envolturas, el traje de superman de la infancia, aunque no te lo veamos porque vas camuflado, sabemos que lo llevas puesto. 🙂
    Un saludo.
    P.S. Un café irlandés es mano de santo para todo.

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    1. En mi caso, además del café irlandés y el vino tinto, un buen puro, y camino voy de la «maría», ya aprobada en algún país para combatir crisis óseas y cancerígenas, entre otras (como químico, sé que ciertos opiáceos alivian mucho y apenas tienen efectos secundarios, pero en España vamos un poco retrasaditos en casi todo lo bueno). Gracias por la atención y el comentario, Quirico.

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