En estas recreaciones sin otro océano que el de la libertad ni otro rumbo que el de mis caprichos otoñales le toca hoy el turno al insólito caso de Sixto Rodríguez. Creo recordar que aún no le habían concedido el Óscar a Searching for Sugar Man cuando yo, en mi mundo imaginario (donde todo lo bueno y hermoso es posible y perenne), fui reclamado por una voz del mundo real (donde todo lo bueno y hermoso es posible pero caduco). Aún ajeno a la pantalla del televisor, seguramente cerrados los ojos todavía, me pareció que era José Feliciano el que cantaba. Pero no, era Rodríguez. Un Rodríguez recién salido de la nada o la desmemoria (son gemelas en el fondo) para mí. Después me enteré, claro, de que mi desconcierto tenía millones de hermanos.
Los enlaces precedentes le servirán a quien desee conocer tan asombrosa historia si la ignora en todo o en parte.
Para todos y todas, aquí va su canción más popular (y una de mis preferidas): Sugar Man (me cuenta una amiga políglota que no está muy bien subtitulada pero que se entiende de sobra; ella sabrá, digo yo, que me contento simplemente con escuchar y disfrutar).
Visión obligada. Magnífico.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro de tener cómplices virtuales, Johan.
Me gustaLe gusta a 1 persona
He visto la película dos veces. Al leer tú escrito me ha vuelto a temblar el alma. Gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona
Impresionante, sí. Al menos ha vivido Rodríguez para verlo. Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Es una historia preciosa la de Sixto Rodríguez. Cuando la vi en el cine toda la sala aplaudió al final y eso no es algo muy común.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ya lo creo. Y, lo mejor, que Sixto ha vivido para verlo.
Me gustaMe gusta