Dicen, siguen diciendo, que ha muerto el poeta Ángel González.
Cuando me anunciaron el deceso, recuerdo que dejé de escribir y busqué un libro de poemas entre mis libros preferidos.
Leí estos versos
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…
(PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ – Poemas de Ángel González http://www.poemas-del-alma.com/angel-gonzalez-para-que-yo-me-llame-angel-gonzalez.htm#ixzz3x4sZ44Q7)
y sonreí aliviado.
Mi padre me preguntó: A cuántos mataste hoy.
Yo aún sonreía, aliviado pero, no obstante, mustio.
—Ya te dije que en esta novela no mato a nadie.
—Qué raro. Antes matabas mucho.
—Menos que la muerte.
—Eso sí.
Mi padre pasó mucha hambre en la posguerra, cuando en las aldeas mineras asturianas únicamente las pulgas y los piojos no la sufrían.
Le falta la pierna derecha a mi padre; a los diecisiete años pisó una bomba de mano dormida entre la maleza desde la contienda civil y la despertó. Por eso, por el hambre y la prótesis, teme que haya otro enfrentamiento armado que nadie gana nunca, que pierde siempre el terco y torpe y violento ser humano al transformarse de pronto, de nuevo, en alimaña.
Mi padre sabe hoy algo fundamental: los libros que él despreció en la adolescencia pueden dar de comer al cuerpo y al espíritu sin que uno tenga que mancharse las manos.
Le muestro las mías, ensangrentadas.
—Bah, sangre ficticia, chaval.
(Mi vocabulario contamina el suyo cuando le gustan mis palabras, como ese calificativo, ficticio, o el antiguo nombre del ácido sulfúrico, aceite de vitriolo, que salido de su boca se me antoja todo un homenaje a los alquimistas)
Hablo mucho con mi padre; le hablo de que sería maravilloso que el Dios que un día busqué (sin hallarlo) tuviera piedad siquiera de los niños; de cómo en esos paraísos que loan los poetas únicamente pueden vivir los que no lo son; de cosas así.
Él calla a veces.
Creo que está orgulloso de no entenderme a veces, cuando calla.
Sí, dicen, siguen diciendo, que ha muerto Ángel González, pero también dicen, siguen diciendo, que, cinco meses antes, murió mi padre.
Son, continúan siendo, mentiras parciales.
Me ha gustado mucho ! Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro, me alegro, y gracias por detenerte y comentar. Un abrazo.
Me gustaMe gusta
La muerte de alguien llega cuando nosotros los sacamos de nuestra mente y de nuestro corazón, mientras tanto solo muere el cuerpo pero nunca el ser. Ha sido un placer leerte, como siempre. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
De acuerdo contigo, claro. Gracias y otro abrazo para ti.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Precioso, feliz lunes besotes.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias. Silvia, muchas gracias. Como el lunes ya se acaba, feliz martes, y recibe mis besotes de lunes o martes.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias José Ángel me quedo con los besotes de martes para comenzar la mañana 🙂 feliz día!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Leerte, me gusta y me admira.
Aunque no estén, dejan en nosotros lo que fueron.
Un gran abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Lo dejan, María, lo dejan. Gracias y otro abrazo grande para ti.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reblogueó esto en Los Reblogueos de etarragoy comentado:
Mentiras parciales … de muy buen ver
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Qué impacto! Me ha encantado esta lectura. Un abrazo 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro de que te hayan gustado esos dos homenajes. Otro abrazo por parte mía.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Bello homenaje! Nadie se va cuando es recordado.
El primer poema es impactante.
Saludos, amigo…
Me gustaLe gusta a 1 persona
A nadie se le regala pasar a la historia, Scarlett, y, que yo haya leído, todos los poemas de Ángel González son así, impactantes, lúcidos, muy humanos. Un abrazo, amiga.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Cuando he perdido a alguien que amo, siento que ha pasado a mi historia, queda en mi recuerdo y en ese sentido, siento que está conmigo. Saludos, amigo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Así es. Saludos, amiga.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Las letras y el recuerdo amoroso son dos potentes elixires que mantienen vivas a las personas.
Y qué decir de Ángel González, letras eternas. Tu entrada me ha traído a la memoria aquellos versos de Rilke…
Como aquel
que, sobre la postrera colina que le muestra todo el valle,
por última vez se vuelve, se detiene, se demora,
así vivimos nosotros, siempre en despedida.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ángel González y Rilke, ¡casi nada!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Casi nada 😀
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reblogueó esto en COSAS.
Me gustaLe gusta a 1 persona
No me animo a comentar demasiado.
Gracias por ese poema que es un vendaval.
Gracias por sus apacibles palabras.
Me hizo lagrimear.
Coincido, son mentiras parciales.
Me gustaLe gusta a 1 persona
me gustó tu referencia a angel gonzalez, yo le mencioné el pasado 21 de noviembre por el soneto a Zeus, a la lluvia dorada ….
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gran poeta y, según me contaron y me cuentan, gran persona. A ver cuándo me paso por ese coronel que, en todo caso, sí tiene quien le lea. Un abrazo.
Me gustaMe gusta