AUTORÍAS

Ante el alud de amables visitantes interesados en conocer lo que hay detrás de ciertas fotografías de este cuaderno de bitácora electrónico (nada menos que dos personas, tres ya serían multitud y no estaría exagerando descaradamente mientras navego sin rumbo fijo por uno de los océanos de la informática, acaso por el más singular pues en sus aguas tantas veces embusteras uno puede ser una y una puede ser uno), estimo conveniente, no disparatado en todo caso, comentar algo sobre esas imágenes no tanto para satisfacer curiosidades como para rendir homenaje a sus autores. Allá voy.

 Sí, soy yo con 12 meses de edad (eso asegura mi madre, yo no me acuerdo) ante la puerta de la vivienda donde nací (ya no vive nadie en esa casa; en realidad ya no vive nadie en la aldea: los jóvenes emprendieron la huida cuando la hulla asturiana perdió valor y los viejos fueron reclamados por nuestro destino final, cuyo nombre, vaya por Dios, sí recuerdo, qué memoria la mía, cómo me maltrata).

La imagen fue tomada por José García García, más conocido en el Valle del Nalón como Cavite, minero además de popular fotógrafo. Falleció a los 90 años y sus restos reposan en el cementerio parroquial de Sotrondio (de haber otro barrio, un barrio de almas, que su espíritu espere en él por el mío muchos años, que tengo miedo digan lo que digan los curas y prefiero besar a la vida, al menos mientras no padezca dolores inmunes a los medicamentos, que a la muerte).

En esta fotografía estoy hablando sobre los cuentos que dejaron huella en mí (Cortázar y otros grandes del relato breve, no soy original en mis gustos) durante las XII Jornadas de Literatura celebradas en Pravia en el año 2012. Estos encuentros anuales son organizados por la Asociación de Escritores de Asturias, que aún sobrevive pese a la feroz y persistente crisis económica auspiciada por la negligencia y los ladrones de guante blanco.

Me fotografió algún compañero o alguna compañera porque periodistas desplazados al evento no había ninguno (sí se habrían desplazado, raudos y preguntones, de haber sido uno de nosotros algún político de derechas o de izquierdas o del centro o del este o del oeste, pero los que allí estábamos solo mentíamos, como mucho, para entretener, cándidos como palomas de la paz aunque matemos a diestro y siniestro con puñales o balas de letras unidas con mejor o peor fortuna).

Fue la última vez que actué en público (desde entonces desaparecí de los escenarios literarios porque me dio por ahí, no por la ausencia de informadores profesionales en Pravia; uno es ser cándido y otro es ser tan imbécil como para haber esperado que acudieran) y por eso la elegí para representarme: a falta de pan, buenas son tortas, como diría mi querido Sancho Panza.

La fotografía de la antigua cabecera (no aparece en este tema nuevo de WordPress que elegí hace poco) la encontré en el blog Vivir el aire libre. Está tomada desde el pico Tres Concejos: desde sus mil metros de altura se contempla el Valle de Santa Bárbara, el valle donde nací, las casas de las distintas aldeas casi anexas. No se ve mi aldea (tampoco se ven castilletes ni actividad minera alguna, el viento del progreso se llevó el carbón y la silicosis y el grisú y los derrabes; se llevó el pleno empleo a cambio de lágrimas y sueldos de miseria), o no la veo yo, aunque todas ellas pueden ser la mía.

La fotografía donde sí se ve parte de mi pueblo también la hallé en el blog Vivir el aire libre (gracias, José Manuel).

OTROSÍ:

¿A qué dos mundos se refiere mi lema? Al real (en el que vivo) y al imaginario (en el que sueño y vuelvo a soñar).